Un niño construyó un botecito con mucho cuidado.

 

Al llevarlo a un río para probarlo, se lo llevó la corriente. El niño triste se fue a su casa. Poco tiempo después lo vio en la vitrina de una tienda. Entró y lo reclamó como suyo, pero el vendedor le explicó que lo había comprado y que por eso no se lo podía dar a menos que le pagara el precio que le había costado. El niño no tenía dinero y entonces se puso a trabajar duramente hasta conseguir el dinero. Entonces fue a la tienda y compró el botecito. Entonces le dijo: "Querido botecito ahora te amo doblemente, primero, porque te hice, y segundo porque te compré."

 

¡Dios les bendiga!

Amén