"Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;" Juan 1:12

 

Rebecca estaba sentada en el parque. En las manos tenía un Nuevo Testamento y sus ojos controlaban los movimientos de sus 2 niños que jugaban. Su vecina, Amanda, estaba cerca de ella oyéndola atentamente, mientras Rebecca le hablaba de las nuevas de gran gozo del evangelio.

 

Mi problema es que no entiendo como Dios puede amarme y conocerme. Tú dices que escuchas la voz de Dios y que yo también la puedo escuchar. ¿Cómo puede ser eso? Yo no oigo nada. No creo que podría distinguir si El me hablará. -Bien-dijo Rebecca- vamos a hacer una prueba. Quiero que llames a mi hijo Rodrigo. Está allá en los columpios. Dudando un poco, Amanda llamó a Rodrigo. El niño no se movió. Volvió a llamarlo, pero Rodrigo no dio señales de haber escuchado.

 

-Observa esto-le dijo Rebecca, y con voz fuerte llamó a su hijo. De inmediato, Rodrigo corrió a su lado.

-¿Como supiste que tu mamá te llamaba? le preguntó Amanda.

-Es que es mi mamá-le respondió el niño-conozco muy bien su voz. La oigo todos los días.

-Así es para ti Amanda. Cuando llegues a conocer a Dios a través de Jesucristo, escucharás y conocerás su voz, porque todos los días la oirás. Rebecca miró a Amanda. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Era obvio que ella también quería aprender a escuchar a Dios.

 

¡Dios les bendiga!

Amén