"echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros." 1 Pedro 5:7

 

La familia contemporánea se tiene que enfrentar a innumerables y serios problemas. Los problemas que la humanidad experimenta en el mundo se deben a que Adán y Eva fueron desobedientes a lo que Dios les mandó, por lo tanto, la maldición del pecado cayó sobre toda la creación, incluyendo a la humanidad.

 

A través de los siglos, los hombres han estado luchando por encontrar una sociedad perfecta. Cuando no la han podido hallar, han empezado a pensar que no tienen por qué preocuparse de la situación del mundo en que viven. Tanto la primera suposición como la segunda son incorrectas, porque viviremos en un mundo infestado por la maldad y bajo la maldición hasta que Cristo venga a librarnos. Si bien es cierto que nos convertimos en hijos de Dios cuando le entregamos nuestro corazón a Jesucristo, siempre seguiremos viviendo en un mundo imperfecto, habitado por gente imperfecta.

 

La necesidad de aprender a enfrentarnos con los problemas que confronta la familia es una lucha de toda la vida. En esta artículo se han escogido tres de los problemas más serios que afectan siempre a las familias; pero al estudiarlos, veremos que Dios ha prometido darnos la victoria en todas las dificultades que experimentemos.

 

Lo importante para nosotros es que Dios está presente en cada circunstancia de la vida para ayudarnos ha resolver nuestras dificultades, aun las más dolorosas. El objetivo de este artículo es adquirir más fuerza moral y espiritual para ayudar a otros mientras pasan por estas dificultades y prepararnos para cuando nos lleguen a nosotros. No podemos evitar que lleguen los problemas, pero sí podemos aprender a resolverlos con una actitud cristiana.

 

Las familias con padre o madre solamente constituyen un segmento grande y creciente de nuestra sociedad y de muchas de nuestras iglesias.

 

A continuación se presentan algunos datos acerca de la situación actual en los Estados Unidos, lo cual puede servir como ilustración de lo que ocurre en los demás países del mundo:

~ Cada año, un millón trescientos mil hogares terminan en divorcio, el número sigue aumentando.

~ Dos de cada cinco niños nacidos entre 1980 y 1990 tendrán que vivir tarde o temprano en un hogar en el cual faltará uno de los dos padres solamente.

~ Desde 1965, las familias con padres solos han aumentado el 31 %

 

¿Qué puede hacer la iglesia para ministrar a las necesidades de estas familias? Lo primero que debemos hacer es empezar a conocer mejor lo que esas familias sienten y necesitan. Hay muchos libros que contienen valiosa información sobre el particular. Podemos ayudar mucho Si ponemos estos materiales al alcance de otros, para que se capaciten y puedan ayudar a las familias que lo necesiten, o se instruyan para su propio beneficio.

 

Podemos ayudar para que la iglesia sea más sensible a las necesidades de los niños y jóvenes que pertenecen a esas familias.

 

Podemos fomentar la creación de grupos de apoyo en 1a iglesia para los miembros que sean padres y madres solos, a fin de facilitarles e1 intercambio de ideas y el estudio de sus propias necesidades. Esto puede hacerse en clases de Biblia, seminarios familiares y retiros especiales, en los cuales se les puede presentar una serie de elementos de ayudas a estas personas.

 

Para este trabajo, podemos reclutar más hombres entre nuestros obreros y auxiliares de la Escuela Dominical y otros departamentos de desarrollo cristiano que tenga la iglesia. En el noventa por ciento de los casos, es la madre la que queda al frente del hogar. Sus hijos necesitan con urgencia la imagen del sexo masculino para una formación correcta de los rasgos de su personalidad.

 

Podemos también ayudar a constituir una familia espiritual para aquellas personas que pertenecen a hogares en los cuales falta uno de los padres. Los ancianos de la iglesia podrían ser vistos por estas familias como "abuelos espirituales". También podemos animar a las parejas cristianas a adoptar niños huérfanos o abandonados que necesiten del calor de un hogar.

 

Las dificultades suscitadas en un traslado pueden disminuir algunas veces cuando se habla de ellas con toda franqueza y comprensión. Es una buena ayuda llegar a comprender cuando afectan los cambios a cada miembro de la familia. Los niños pequeños son los que sufren más de temores, porque no saben qué situaciones se les presentarán en el nuevo ambiente: una casa diferente, un cuarto distinto y nuevo vecinos.

 

Los niños mayores a lo que más se oponen es a dejar su escuela y sus amigos y los grupos de los cuales han formado parte: equipos deportivos, clubes, grupos de iglesia y similares. Cuando la familia se traslada de un país a otro, especialmente cuando hay un cambio de cultura, de idioma y de costumbres, la situación es todavía más problemática y necesita una comprensión mayor. Por esto, es necesario que la atención y la comprensión se dirijan especialmente a los hijos, que siempre son los que más se resienten con los cambios.

 

Para la madre, mudarse puede significar la interrupción de una rutina con la cual ella ya estaba familiarizada. Ahora tiene que enfrentarse a la tarea de hallar un nuevo médico o dentista para la familia, o aprender un nuevo sistema de actividades en una ciudad extraña. Una de sus mayores preocupaciones puede ser la manera en que los niños habrán de ajustarse a su nuevo ambiente.

 

El padre tiene que enfrentarse al desafío de un nuevo trabajo y al establecimiento de nuevas relaciones laborales. También es posible que sufra de una sensación de culpa por tener que someter a su familia a la traumática experiencia de un traslado.

 

La práctica de comentar amplia y francamente estos problemas y sentimientos unidos en familia puede ser el proceso adecuado para resolverlos. De alguna manera, los problemas parecen hacerse menos difícil es cuando los compartimos con toda sinceridad con aquellos que amamos.

 

Los problemas nos llegan a todos. Aun las mejores familias experimentan dificultades. Es muy poco lo que podemos hacer para evitarlas, pero hay algo que sí podemos hacer para enfrentarnos a ellas de una manera positiva y constructiva.

 

Básicamente hay dos maneras de enfrentarse a las dificultades de la vida. Podemos preocuparnos por ellas, o bien ponerlas en las manos de Dios. Muchos escogen lo primero. Los creyentes no tenemos necesidad: podemos poner nuestra confianza en el Señor. Él nos invita a hacerlo así (1 Pedro 5:7). Si no acudimos a Él con confianza, estamos demostrando que dudamos de Él. La solución a nuestros problemas empieza cuando depositamos una fe total en la bondad, el poder y la sabiduría de Dios. Tenemos a nuestro favor la promesa de Romanos 8:28 de que "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien"

 

¡Dios les bendiga!

Amén

 

Escrito por el Rev. Ramón Arce

Pastor de la Iglesia de Dios Pentecostal

Springfield, Masachusetts