Dos estudiantes caminaban cierto día por una calle de Londres. De pronto uno de ellos se detuvo frente a una casa de empeños, y señalando un traje con anuncios que decían, “Con algunas manchas, gran reducción del precio”, exclamó: “¡Qué texto más espléndido para un sermón para los jóvenes!” Y añadió: “Nosotros los jóvenes nos manchamos, quizás muy poco, viendo una representación vulgar en el teatro, o leyendo un libro inconveniente, o permitiendo pensamientos deshonestos o desordenados. Y así nos manchamos, y cuando llegamos a hombres y se nos valora, quedamos “reducidos en el precio”. Nuestro atractivo, nuestra fortaleza, habrá desaparecido. La consagración de la juventud se habrá esfumado. Y pasamos a formar parte inseparable de los “rezagos” o sobrantes que llevan esta marca: “Con algunas manchas: reducidas de precio.”