Estaba caminando en una calle poco iluminada una noche ya tarde, cuando escuché unos gritos que trataban de ser silenciados que venían de atrás de un grupo de arbustos.

 

Alarmado, disminuí mi velocidad para escuchar y me aterroricé cuando me dí cuenta de que lo que estaba escuchando eran los inconfundibles sonidos de una lucha: fuertes gruñidos, pelea desesperada y tela rasgándose. A solo unos metros de donde yo estaba parado, una mujer estaba siendo atacada.

 

¿Me debería involucrar? Yo estaba asustado por mi propia seguridad y me maldije a mí mismo por tener que decidir repentinamente el tomar una nueva ruta a casa esa noche. ¿Y si me convertía en otra estadística? ¿No debería tan solo correr al teléfono más cercano y llamar a la policía? Aunque me pareció una eternidad, las deliberaciones en mi cabeza habían tomado solo segundos, y los chillidos ya habían aumentado poco a poco.

 

Yo sabía que tenía que actuar rápido. ¿Cómo podría alejarme de esto? No, finalmente me decidí. No podría darle la espalda a esta mujer, aún si esto significaba arriesgar mi propia vida. No soy un hombre valiente, ni soy atlético. No sé donde encontré el coraje moral y la fuerza física, pero una vez que había decidido finalmente ayudar a la chica, me volví extrañamente transformado. Corrí detrás de los arbustos y jalé al asaltante lejos de la mujer.

 

Forcejeando, caímos al piso, donde luchamos durante unos minutos, hasta que el atacante se puso en pie de un salto y escapó.

 

Jadeando fuertemente, me levanté con dificultad, y me acerqué a la chica, que estaba en cuclillas detrás de un árbol, sollozando. En la oscuridad, apenas pude ver su silueta, pero ciertamente pude percibirla temblando y en shock. No queriendo asustarla de nuevo, primero le hablé a distancia.

 

"Está bien", dije en tono tranquilizador, "El ladrón huyó, estás a salvo ahora".

 

Hubo una prolongada pausa, y entonces oí las palabras, pronunciadas maravillosa, sorprendentemente: -¿Papi, eres tú? Y entonces de atrás del árbol, salió caminando mi hija más joven, Katherine.

 

DIOS TIENE LA MANERA DE PERMITIRNOS ESTAR EN EL LUGAR ADECUADO EN EL MOMENTO
INDICADO.