¡Mire Que No Caiga!

“¡Caer en pecado y tirar por la borda años y años de caminar con el Señor?” Esa idea siempre le pareció descabellada. “Es una locura”, pensó muchas veces, y a renglón seguido se decía una y otra vez que se necesitaría estar loco para concebir siquiera el apartarse de Dios y regresar a una vida sin propósito, exenta de principios, y sin un claro objetivo de qué quería lograr de la existencia.

Pero le ocurrió. Cuando menos lo esperaba. Y no fue con una mujer que asistiera a su congregación. ¡No!. Se sintió atraído por alguien vecino de su vivienda. ¡Jamás lo imaginó! La conocía de tiempo atrás. Amable, con una marcada noción de servicio, alegre y... muy atractiva. Pero, razonaba, antes no lo había advertido. Además, ella se encontraba a punto de divorciarse.

Sin saber cómo, ni cuando, ni el por qué, se enredó en una relación que le robó la paz espiritual y trajo graves inconvenientes a su matrimonio.

Tiempo después, con el hogar desecho, fuera de la iglesia a la que asistió por varios años y la incertidumbre de no saber qué sería de su mañana, se preguntó ¿Cómo había comenzado todo?...

Lo que hacemos tiene sus consecuencias

Todo cuanto hagamos, bueno o malo, tiene sus consecuencias. Sembramos hoy lo que cosecharemos mañana. Es una ley de la vida. “El que siembra maldad cosecha desgracias” (Proverbios 22: 8 a. Nueva Versión Internacional). Inevitablemente tendremos que responder por las decisiones que tomemos hoy.

No tiene sentido que por la debilidad de un momento de satisfacción, renunciemos a una familia, a proyectos que nos traerán solidez profesional y espiritual, y al panorama prometedor que se abre frente a nosotros cuando caminamos de la mano del Señor Jesucristo.

Todo tiene su origen

La caída, estancamiento y retroceso de la vida cristiana, tiene un origen y evolución. Y éstos se resumen en a) autosuficiencia, b) descuido y c) renuncia.

a.- Autosuficiencia

Con más frecuencia de lo que imaginamos, solemos olvidar que somos vulnerables. Creemos que espiritual y moralmente tenemos mucha fortaleza. Nos consideramos invencibles. Si esto ocurre, nos exponemos fácilmente a caer en el pecado, cualquiera que sea su manifestación. A este peligro conocido como autosuficiencia, se refirió el apóstol Pablo cuando advirtió: “Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer” (1 Corintios 10:12. Nueva Versión Internacional).

b.- Descuido

Una vez cruzamos el umbral de la autosuficiencia, es fácil llegar a la frontera del descuido. No es algo que ocurra de inmediato, sino progresivo. Olvidamos que “nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestres” (Efesios 6:12. Nueva Versión Internacional).

También alerta el Nuevo Testamento: “Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quien devorar. Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe...” (1 Pedro 5:8, 9 a. Nueva Versión Internacional).

c.- Renuncia

Cuando se incurre en pecado y se ocupa alguna posición de reconocimiento en la iglesia, o quizás en nuestra condición de cristianos comprometidos con la evangelización, nos sentimos presionados a renunciar, no queremos seguir adelante y nos apartamos paulatinamente del Señor. Consideramos que somos indignos.

¿Qué hacer?¿Renunciar? No creo que salir corriendo sea el plan de Dios para nuestra vida. Más bien, lo es que reconozcamos nuestra situación, nos arrepintamos y, tomados de la mano de Jesucristo, emprendamos de nuevo el camino de la consagración.

Aquí tendría aplicación una palabra de Dios al profeta Jeremías: “Por eso, así dice el Señor: “Si te arrepientes, yo te restauraré y podrás servirme. Si evitas hablar en vano y hablas lo que en verdad vale, tú serás mi portavoz. Que ellos se vuelvan a ti,. Pero tú no te vuelvas hacia ellos.” (Jeremías 15: 19. Nueva Versión Internacional).

El texto nos presenta los pasos a seguir. Primero, arrepentimiento; segundo, volvernos a Dios; tercero, comenzar el proceso de cambio dependiendo de las fuerzas divinas y no de las nuestras, y cuarto, disponernos a ser restaurados para servirle de nuevo.

Por supuesto, no será en un abrir y cerrar de ojos. Es un proceso que vale la pena porque durante ese período, en el que prácticamente comenzamos de cero, aprendemos muchas cosas, Dios nos ayudará en el crecimiento espiritual y moral, fundamentados sólidamente.

¡Animo! ¡Es hora de comenzar de nuevo, asidos de la mano del Señor Jesucristo!.